Considerarás
que tu memoria visual es gloriosa y usarás un resaltador diferente para cada
unidad. Estudiarás sistemáticamente todas las mañanas.
Llamará tu
chico para planificar qué harán el Día de los Enamorados pero como luego
cancelará por trabajo, sumará un poroto a la lista de quejas que oportunamente
tendrás para hacerle. Quejas que nunca escuchará ya que un mes más tarde te
comunicará que se irá a trabajar a Estados Unidos… en 15 días y sin fecha de
vuelta.
Sin
embargo, tu lema será que nada debe perturbar tu camino hacia el examen.
Llegará el
día tan esperado y junto con tu íntima amiga, novatas en el arte de rendir finales,
considerarán que con una hora de anticipación será suficiente para presentarse a rendir. Sin embargo, descubrirán la lista hecha a mano, asignando el orden de toma del examen: el tuyo será el número 102 y el de tu
amiga, el 101.
Iniciarán
en ese momento una ardua batalla contra los nudos en la panza que se convertirá
en un clásico de cada previa en las tomas de finales: anotarse en la famosa
lista, salir al Parque Centenario y dar algunas vueltas al lago cantando I will
Survive, canción que las acompañará por siempre como himno en momentos de
consuelo conjunto.
Te
relajarás tanto que hasta tendrás tiempo para escribirle una carta a tu chico
recriminando su intempestivo viaje mientras empezarás a sentir una tremenda soledad.
Notarás que
se acerca tu turno pero que primero entra tu amiga. Le tocará el profe "que nunca
reprueba a nadie", según rumoreaban los anónimos compañeros de turno.
Finalmente, saldrá del aula aprobada con un 7.
Te tocará
tu turno. Con menos suerte, te llamará un profesor de reputación dudosa. Te
pedirá que empieces a hablar. No sentirás que te intimida pero no sabrás por
dónde empezar. Abrirás tu boca y un contundente titubeo se apoderará de tu voz
y de tu mente que, para esa altura, estará completamente en blanco. Darás por
finalizado el examen. Te querrás ir mientras el profesor anote el 2 en tu
libreta. El primer 2 en toda tu vida.
Pensarás
que la única opción válida es salir corriendo. Bajarás las escaleras a toda
velocidad, cruzarás la calle y llegarás al parque. Empezarás a dar vueltas al
lago sin sentido mientras escucharás que tu amiga corre detrás tuyo y
reconocerás un talento dormido hasta ese momento: la velocidad. Quizás cuando
estés más lúcida podrás considerar esta nueva destreza y trabajarla en el
futuro.
Otra
compañera, que también te seguirá a todo vapor sin alcanzarte, te dirá a modo
de irónico consuelo que no quiere que le saques el protagonismo porque ella
también tiene un 2. Te llamará la atención su fallido final pero no podrás dejar de pensar en el autoboicot que
representó el tuyo. Y seguirás corriendo.
Sentirás
muchas ganas de cantar I will survive, pero pensarás que, esta vez, sobrevivir
no pudo ser.
Confirmarás
esta sensación cuando a la semana siguiente lleven a tu jefe preso en un móvil policial
con rumbo desconocido y decidan que tus servicios son prescindibles para la
empresa. Te consolarás sabiendo que pasó lo mismo con el resto de tus
compañeros y que ahora tendrías más tiempo libre.
Tratarás de
entender cómo la película rosa de tu vida sucumbió ante un minúsculo 2, una
fallida historia de amor y un trabajo que terminó repentinamente. Agradecerás en
ese momento, al menos, haber percibido una generosa indemnización.
Vanina
No hay comentarios:
Publicar un comentario